El hospital Garrahan celebró sus primeros 200 implantes auditivos.
Sábado 8 de diciembre de 2001 | Publicado en LA NACION edición impresa.
Graciela asegura que jamás olvidará el momento en que los médicos encendieron el pequeño artefacto que trajo a su hijo Mariano, por aquel entonces de cinco años, al mundo de los sonidos. "Recuerdo que cuando lo encendieron me miró como asustado, primero, y luego con cara de felicidad -dice-. Después, cuando lo llamé por su nombre y él se dio vuelta para mirarme sentí algo indescriptible: me estaba oyendo."
Mariano, hoy de siete años, fue uno de los primeros 200 chicos con sordera profunda que recibió un implante auditivo por parte del Equipo de Implante Coclear del Hospital Nacional de Pediatría Juan P. Garrahan. Ayer, esos chicos participaron, junto con sus padres y sus fonoaudiólogas del Segundo Encuentro Nacional de Niños con Implante Coclear.
El encuentro fue una fiesta. Una fiesta con globos y hasta con una función de títeres. Todos los allí presentes, chicos y grandes, coincidían en que estos pequeños artefactos, capaces de devolverles la audición a quienes la habían perdido por alguna enfermedad o concedérsela a aquellos otros nacidos ajenos a este sentido, les habían cambiado la vida.
"El implante cambió totalmente la relación de Mariano con sus hermanos y con sus compañeros del colegio -cuenta Graciela, de 40 años, directora de un hogar para chicos carecientes-; antes era muy quedado y siempre estaba detrás de mí, temeroso. Hoy participa hasta con los amigos de sus hermanos y, si lo mando a hacer una compra, va."
¿En qué consiste este artefacto al que Mariano, antes de acostarse, le da el beso de las buenas noches? "El implante coclear es un pequeño dispositivo electrónico que, a través de un electrodo que se coloca en el oído interno, estimula el nervio auditivo, transformando sorderas profundas en pérdidas auditivas leves", responde el doctor Leopoldo Cordero, coordinador del Equipo de Implante Coclear.
Costo cero
Desde 1993, este equipo que funciona en el Servicio de Otorrinolaringología del hospital Garrahan ha rescatado del silencio a 200 chicos de todo el país. Los beneficios para estas familias son incalculables, pero el costo del implante ha sido, en todos los casos, cero.
"Si bien el dispositivo cuesta entre 18.000 y 21.000 dólares y su colocación ronda los 5000 pesos, ambos son enteramente reconocidos por las obras sociales", afirma Cordero. Pero si el chico no tiene cobertura social accede igual: el Ministerio de Desarrollo y Acción Social provee gratuitamente los implantes que los profesionales del Garrahan colocan sin costo para la familia.
Sin embargo, para poder acceder al implante no sólo hace falta reunir ciertos requisitos que son evaluados minuciosamente por los médicos. Primero, hace falta haber sido diagnosticado a tiempo.
"Hasta los cinco o seis años los chicos tienen una gran plasticidad cerebral que luego se va perdiendo; es hasta ese momento que los implantes dan los mejores resultados", dice el doctor Jorge Moretti, jefe del Servicio de Otorrinolaringología del hospital Garrahan.
"Cuando un niño recibe el implante precozmente tiene una alta probabilidad de tener un desarrollo lingüístico a través de esa información auditiva, pero cuando el implante llega en niños ya grandes a veces sólo puede aportar información sonora que no colabora con ese desarrollo", explica Cordero. El problema es que generalmente la madre se da cuenta de que su hijo no escucha cuando ya ha cumplido ocho meses, comenta Moretti, y la mayoría de las veces consultan al médico cuando el chico ya ha cumplido los dos años.
¿Cuáles son los signos que sugieren a las mamás que sus hijos no escuchan bien? "Cuando cierran una puerta o se les cae algo y el ruido no sobresalta a los pequeños, cuando los llaman de atrás y no se dan vuelta", ejemplifica Moretti.
Viviana, una musicoterapeuta de 36 años, cuenta que llegó a hacer explotar un globo cerca de Mercedes, su hija de por aquel entonces tres meses, para confirmar sus sospechas. "A los siete meses Mercedes ya tenía su audífono, que le permitía cierta audición -continúa-. Fue su estimuladora auditiva quien me sugirió que no escuchaba lo suficiente como para desarrollar el lenguaje, y que me aconsejó el implante coclear."
Antes del implante, Mercedes se manejaba sólo con vocalizaciones como "a" o "va"; hoy tiene dos años y medio y ya se la escucha decir con claridad mamá, papá, perro, gato...
Redescubrir el mundo
"Existe una ley que establece el examen auditivo universal a todos los recién nacidos ( screening neonatológico ) para detectar desde el nacimiento este tipo de problemas, pero que todavía no se aplica debido a que no todos los hospitales tienen los medios adecuados para hacer estos exámenes", comenta el doctor Moretti.
La falta de un screening universal es un gran obstáculo para la rehabilitación auditiva. "La mitad de los que nacen sordos o que pierden la audición en los primeros años de vida (2 a 3 por cada 1000 nacidos vivos) tiene antecedentes familiares o un alto riesgo conocido de padecer sordera -dice Cordero-; la otra mitad no tiene ningún tipo de antecedentes que faciliten el diagnóstico. Esos son los chicos que llegan al año y medio o a los dos años con pérdidas auditivas y que recién entonces van al médico."
"El tiempo nos urge -agrega-. Toda la información que no se da en los primeros años de vida se pierde. El chico que no tiene la posibilidad de un desarrollo auditivo y lingüístico adecuado está impedido de comunicarse y limitado en el desarrollo de sus posibilidades de pensamiento y de comprensión."
Desde que accedió al implante, Mariano está embarcado en la sorprendente tarea de redescubrir el mundo que lo rodea. "Empezó a preguntar por el ruido que hace el auto al arrancar, el de una canilla que gotea, el del aceite que se fríe en la sartén -cuenta Graciela-. Al poco tiempo del implante, Mariano me llevó fuera de la casa porque escuchaba algo nuevo y quería saber qué era. Eran los pajaritos que cantaban."
Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
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